Estudio del Defensor del menor de la comunidad de Madrid sobre la afectación de los niños en las cor
- taurojuventudec
- 4 oct 2016
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En el año 1999, por primera vez se hace una investigación sobre las afectaciones que podría sufrir un niño por presenciar una corrida de toros ya que, anteriormente a eso, no existía un estudio con determinada fundamentación empírica.
El defensor del menor de la Comunidad de Madrid, con la intención de ampliar el estudio, realizó investigaciones con equipos independientes de la Universidad Complutense, la Universidad de la Coruña, la Universidad Pontificia de Salamanca y la Autónoma de Madrid, a los que se les solicitó “ciencia, es decir independencia, muestra amplia, métodos rigurosos y replicables.”
A palabras del entonces defensor, Javier Urra, a través de los estudios se “buscó una aproximación a la verdad, llamada ciencia, a los datos que aporta la psicología, la psiquiatría infanto- juvenil y la sociología”. (Defensor del menor de la comunidad de Madrid, 1999)
La valoración de los múltiples estudios realizados y el autor de las recomendaciones específicas y conclusiones, fue el catedrático de Psicología Clínica de la Universidad País Vasco, el Dr. Enrique Echeburua Odriozola.
Del informe del catedrático podemos desprender las siguientes consideraciones:
Al no existir estudios previos, se dificulta contrastar los resultados de estos estudios.
Los estudios realizados por varios expertos, fueron rigorosos metodológicamente y abordan distintos aspectos, tales como las representaciones sociales de los niños en torno a las corridas de toros y los posibles efectos emocionales de las corridas de toros en los niños mediante pruebas de laboratorio, cuestionarios realizadas a niños normales y niños con patologías clínicas o con el análisis especifico de la influencia de la tv en el niño.
Los niños encuestados en los informes hacen eco de las actitudes contrapuestas de los mayores respecto al tema de los toros.
Las corridas de toros pueden considerarse una tradición respetable o un atavismo impropio de una sociedad moderna, pero no parece que constituyen un espectáculo que pueda interferir negativamente en el desarrollo psicológico del menor en forma de secuelas.
Es cierto que los niños puedan adoptar comportamientos violentos a través de lo que ven pero este aprendizaje se refiere fundamentalmente a la observación de violencia contra las personas, y no tanto al maltrato a los animales. A la edad de 10-11 años, el aprendizaje es muy específico porque a esa edad los niños empiezan a establecer la diferencia entre fantasía y realidad. Así, los niños sólo se identifican con los personajes violentos más cercanos al contexto de su propia realidad. Los medios de comunicación o los espectáculos no tienen, por sí solos, el poder para alterar esta capacidad innata y adaptativa. Es difícil la identificación del niño con la violencia cuando lo que ve es la lucha y muerte de un animal, en un ambiente festivo, de forma esporádica, con unas reglas del juego aceptadas y con una aceptación social del entorno.
Respecto a las alteraciones emocionales estables, no hay ningún apoyo empírico firme que en un espectáculo con un carácter lúdico y ritual, al que se asiste sólo unas pocas veces al año, que participa de un ambiente festivo general y en el que se respira un ambiente de alegría, genere una interferencia emocional negativa en el niño. Quizá en algunos casos los niños puedan mostrar algunas manifestaciones emocionales de nerviosismo o preocupaciones inmediatamente después de la corrida, especialmente cuando el animal tarde en morir o cuando haya una cogida, pero estos síntomas negativos son transitorios y no tienen mayor trascendencia que las reacciones experimentadas después de ver una película de miedo en la televisión.
Hay niños (y adultos) que consideran las corridas como actos de crueldad contra los toros y manifiestan un rechazo hacia este espectáculo. Pero en este caso no hace falta proteger a los menores con medidas coercitivas. Es un mecanismo adaptativo de selección natural el que actúa: son los propios menores quienes van a manifestar a los adultos el interés o el rechazo en acudir a estos espectáculos.
Se recomienda que en el caso en que el niño manifieste interés por las corridas de toros, el niño debe ir acompañado por un adulto que evite hacer comentarios de crueldad innecesaria o mostrar expresiones de regocijo ante el sufrimiento del animal y que lo ayude a ver el aspecto estético de los espectáculos.
Si el niño muestra desagrado, los adultos responsables del menor deben dejar de llevarle a la plaza.
Los niños con mayor vulnerabilidad psicológica así como aquellos con una patología clínica específica, deben evitar acudir a este tipo de espectáculos. Así como no es aconsejable la asistencia de los menores con una actitud ecológica extrema de protección a los animales, pero ellos mismos, en función de un mecanismo de adaptación natural, quienes van a autoexcluirse.
Así, el experto llega a concluir que:
“Con los datos actualmente disponibles, no se puede considerar como peligrosa la contemplación de espectáculos taurinos por menores de 14 años, cuando se trata de niños psicológicamente sanos y que acuden a estos festejos de forma esporádica, voluntariamente y acompañados de adultos que tienen actitudes positivas ante las corridas de toros. No debe olvidarse que los niños que acuden a las corridas de toros, al ser llevados por unos padres o adultos que pagan por ello, constituyen una muestra autoseleccionada procedente de un entorno social en donde las corridas de toros están fuertemente respaldadas socialmente. No hay bases suficientes para sustentar científicamente una medida como la prohibición de entrada de los menores de 14 años en las Plazas de Toros” (Defensor del menor de la comunidad de Madrid, 1999)
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